Un
personaje es un ente capaz de ejecutar acciones en una historia. Cuando nos
referimos al personaje como un ente tratamos de desligar el concepto general de
personaje de la idea de que los personajes siempre han de ser seres humanos.
Desde tiempos inmemoriales, la literatura ha estado llena de personajes
encarnados en animales, vegetales o minerales, así como en objetos y hasta en
ideas como en Pinoccio donde el personaje es un muñeco de madera o Nemo que es
un pez, entre otras películas más.
No existen límites para la naturaleza que tendrán los personajes en una
historia. Así que lo que hace que un ente se transforme en personaje es que el
escritor le dote de la posibilidad de ejecutar una acción determinada. Sin
embargo, es preciso saber que esta acción debe ser ejecutada por el ente de
manera consciente, es decir, el escritor tiene que añadir elementos que nos
indiquen que el objeto realiza una acción por su propia cuenta con un objetivo
específico. Este recurso del escritor, que esencialmente se logra otorgando
características humanas a un ente que en la realidad no las tiene, se llama
“humanización”.
Al
darles características humanas, el escritor le da a los personajes una
posibilidad adicional: tener su propia psicología. A través de su experiencia,
el escritor aprende que las personas pueden agruparse en diversas tipologías.
Entonces localiza ciertas características clásicas del huraño, del rico, del
trabajador, del borracho, de las feministas, de los orgullosos, de los débiles,
etc.
En una
historia compleja, donde los personajes sean en su mayoría seres humanos, es
recomendable que el escritor aplique ciertos conocimientos de psicología aunque
ni siquiera los posea. El escritor tiene la responsabilidad de diferenciar nítidamente entre
las historias cuyos personajes deban ser sazonados con ciertas características
psicológicas y las que no requieren de ello para su desarrollo. Esta diferencia
viene dada generalmente por la importancia que los personajes tengan en la
historia y por la longitud del texto.
En el
cuento breve, es casi innecesaria la profundidad psicológica porque el factor
que cobra mayor importancia es el desarrollo mismo de la historia para
ejemplificar un hecho determinado. En la novela, mayoritariamente es
imprescindible que los personajes sean correctamente definidos desde el punto
de vista psicológico. La extensión misma de la novela requiere generalmente que
el escritor profundice en todos los elementos, pues dispone del tiempo y del espacio
físico para hacerlo. Además, la complejidad de las acciones en una novela no
puede ser ejecutada, en la mayoría de los casos, por seres simples sólo
determinados por un nombre.
El primer
elemento a considerar por el escritor para crear un personaje es la acción que
éste va a desarrollar en la historia y el peso que tendrá en la misma. Luego
aparecerán las relaciones entre el personaje y los demás personajes de la
historia. En ambos momentos se van añadiendo o eliminando ciertas
características psicológicas del personaje, de la misma manera como un escultor
moldea la piedra. En este proceso se le asigna el nombre al personaje o se
decide si el mismo llegará a tener mayor o menor importancia en algún punto de
la historia.
La
caracterización de los personajes también tiene diversos grados de profundidad,
independientes de la complejidad de la historia. Si un cuento se fundamenta en
elementos psicológicos, los personajes deberán ser profundos; pero si el mayor
peso recae sobre las actividades que los personajes ejecutan, el escritor puede
dejar a un lado la profundización psicológica en la caracterización.
Otro
factor, que a primera vista pudiera no tener importancia, es el del nombre del
personaje. No todos los personajes deben tener un nombre, ni siquiera es
imprescindible que el personaje principal tenga un nombre; pero sí debe haber
una forma de denominarlos. Hoy en día, es común encontrar historias en las que
un personaje es definido simplemente por su actividad o por un apodo con el que
le reconoce el escritor o el resto de los personajes.
Es
posible que un personaje tenga un nombre propio pero que el escritor
decida apelarle usando alguna de sus características. Hay quienes usan nombres
propios para dar al lector una idea de cuál será el papel del personaje en la
historia. Se advierte, así, que el escritor puede construir su historia como si
ésta fuera parte de la realidad, por lo que él puede tener una relación de
mayor o menor afinidad con algunos personajes y reaccionar de manera similar a
como éstos reaccionan con él.
Muchos
escritores utilizan, en sus inicios, nombres demasiado simples para los
personajes:José, Pedro, Juan, Luis. Otros, contaminados por las telenovelas, les dan
nombres de galanes. Aunque, este campo no puede ser completamente teorizado, es preciso que el
nombre de un personaje dé a la historia cierta credibilidad. No hay nada que
impida que un personaje se llame Pedro Pérez, pero es probable que un nombre
así no impresione favorablemente al lector. Muchos escritores resuelven este
problema utilizando nombres comunes pero poco usuales.
La conducta psicológica es el reflejo de actitudes, creencias y, de alguna forma, de todo lo que acontece consciente o inconscientemente en nuestra cabeza. Pero, sobre todo, la conducta es sinónimo de acción. La construcción psicológica de un personaje debe plasmarse en la narración dándole profundidad al relato. Para ello, se construyen acciones claves relacionadas implícitamente con el ámbito interno del personaje como personalidad, carácter, creencias, hábitos. etc… , que fijan y determinan el cómo y el porqué del transcurso del conflicto. Estas “acciones de conducta” tienen una importante doble dimensión dramática:
- Son parte del desarrollo argumental. Guían la historia a partir de las características propias que se le han concedido al personaje lo cual enriquece el sentido de la película y la dota de coherencia.
- Describe lo que hay más allá de los hechos narrativos. Contextualiza y forma una imagen global del personaje que es clave para comprender la historia y crear empatía en el espectador.
Está comprobado que los personaje fundamentados en un campo psicológico extravagante y atractivo atraen al público. El sumergirse en la mente de un ser complejo multiplica el efecto que las acciones tienen como “universalizadoras” de sentimientos o emociones en la ficción, puesto que esa mente extraña conecta con la nuestra a niveles que a veces desconocemos. Para ello requerimos de “acciones de conducta” que vayan más allá de la simple consecuencia del hilo narrativo.