martes, 21 de enero de 2014

Psicología de personajes


Un personaje es un ente capaz de ejecutar acciones en una historia. Cuando nos referimos al personaje como un ente tratamos de desligar el concepto general de personaje de la idea de que los personajes siempre han de ser seres humanos. Desde tiempos inmemoriales, la literatura ha estado llena de personajes encarnados en animales, vegetales o minerales, así como en objetos y hasta en ideas como en Pinoccio donde el personaje es un muñeco de madera o Nemo que es un pez, entre otras películas más.
No existen límites para la naturaleza que tendrán los personajes en una historia. Así que lo que hace que un ente se transforme en personaje es que el escritor le dote de la posibilidad de ejecutar una acción determinada. Sin embargo, es preciso saber que esta acción debe ser ejecutada por el ente de manera consciente, es decir, el escritor tiene que añadir elementos que nos indiquen que el objeto realiza una acción por su propia cuenta con un objetivo específico. Este recurso del escritor, que esencialmente se logra otorgando características humanas a un ente que en la realidad no las tiene, se llama “humanización”.
Al darles características humanas, el escritor le da a los personajes una posibilidad adicional: tener su propia psicología. A través de su experiencia, el escritor aprende que las personas pueden agruparse en diversas tipologías. Entonces localiza ciertas características clásicas del huraño, del rico, del trabajador, del borracho, de las feministas, de los orgullosos, de los débiles, etc.
En una historia compleja, donde los personajes sean en su mayoría seres humanos, es recomendable que el escritor aplique ciertos conocimientos de psicología aunque ni siquiera los posea. El escritor tiene la responsabilidad de diferenciar nítidamente entre las historias cuyos personajes deban ser sazonados con ciertas características psicológicas y las que no requieren de ello para su desarrollo. Esta diferencia viene dada generalmente por la importancia que los personajes tengan en la historia y por la longitud del texto.
En el cuento breve, es casi innecesaria la profundidad psicológica porque el factor que cobra mayor importancia es el desarrollo mismo de la historia para ejemplificar un hecho determinado. En la novela, mayoritariamente es imprescindible que los personajes sean correctamente definidos desde el punto de vista psicológico. La extensión misma de la novela requiere generalmente que el escritor profundice en todos los elementos, pues dispone del tiempo y del espacio físico para hacerlo. Además, la complejidad de las acciones en una novela no puede ser ejecutada, en la mayoría de los casos, por seres simples sólo determinados por un nombre.
El primer elemento a considerar por el escritor para crear un personaje es la acción que éste va a desarrollar en la historia y el peso que tendrá en la misma. Luego aparecerán las relaciones entre el personaje y los demás personajes de la historia. En ambos momentos se van añadiendo o eliminando ciertas características psicológicas del personaje, de la misma manera como un escultor moldea la piedra. En este proceso se le asigna el nombre al personaje o se decide si el mismo llegará a tener mayor o menor importancia en algún punto de la historia.
La caracterización de los personajes también tiene diversos grados de profundidad, independientes de la complejidad de la historia. Si un cuento se fundamenta en elementos psicológicos, los personajes deberán ser profundos; pero si el mayor peso recae sobre las actividades que los personajes ejecutan, el escritor puede dejar a un lado la profundización psicológica en la caracterización.
Otro factor, que a primera vista pudiera no tener importancia, es el del nombre del personaje. No todos los personajes deben tener un nombre, ni siquiera es imprescindible que el personaje principal tenga un nombre; pero sí debe haber una forma de denominarlos. Hoy en día, es común encontrar historias en las que un personaje es definido simplemente por su actividad o por un apodo con el que le reconoce el escritor o el resto de los personajes.
Es posible que un personaje tenga un nombre propio pero que el escritor decida apelarle usando alguna de sus características. Hay quienes usan nombres propios para dar al lector una idea de cuál será el papel del personaje en la historia. Se advierte, así, que el escritor puede construir su historia como si ésta fuera parte de la realidad, por lo que él puede tener una relación de mayor o menor afinidad con algunos personajes y reaccionar de manera similar a como éstos reaccionan con él.
Muchos escritores utilizan, en sus inicios, nombres demasiado simples para los personajes:José, Pedro, Juan, Luis. Otros, contaminados por las telenovelas, les dan nombres de galanes. Aunque, este campo no puede ser completamente teorizado, es preciso que el nombre de un personaje dé a la historia cierta credibilidad. No hay nada que impida que un personaje se llame Pedro Pérez, pero es probable que un nombre así no impresione favorablemente al lector. Muchos escritores resuelven este problema utilizando nombres comunes pero poco usuales.
La conducta psicológica es el reflejo de actitudes, creencias y, de alguna forma, de todo lo que acontece consciente o inconscientemente en nuestra cabeza. Pero, sobre todo, la conducta es sinónimo de acción. La construcción psicológica de un personaje debe plasmarse en la narración dándole profundidad al relato. Para ello, se construyen acciones claves relacionadas implícitamente con el ámbito interno del personaje como personalidad, carácter, creencias, hábitos. etc… , que fijan y determinan el cómo y el porqué del transcurso del conflicto. Estas “acciones de conducta” tienen una importante doble dimensión dramática:
- Son parte del desarrollo argumental. Guían la historia a partir de las características propias que se le han concedido al personaje lo cual enriquece el sentido de la película y la dota de coherencia.
- Describe lo que hay más allá de los hechos narrativos. Contextualiza y forma una imagen global del personaje que es clave para comprender la historia y crear empatía en el espectador.
Está comprobado que los personaje fundamentados en un campo psicológico extravagante y atractivo atraen al público. El sumergirse en la mente de un ser complejo multiplica el efecto que las acciones tienen como “universalizadoras” de sentimientos o emociones en la ficción, puesto que esa mente extraña conecta con la nuestra a niveles que a veces desconocemos. Para ello requerimos de “acciones de conducta” que vayan más allá de la simple consecuencia del hilo narrativo.